Se puede definir como sentir el dolor ajeno. Esa sería una descripción basada en una
emoción negativa, también podemos definirlo en base a una emoción positiva,
diríamos entonces que es sentir la alegría ajena. En resumen, es tener conciencia en
torno a las emociones de los demás.
Hay dos tipos de empatía, la afectiva y la cognitiva. La afectiva es la capacidad que
nombramos anteriormente relacionada al contagio de las emociones del otro, en
cambio la cognitiva refiere a entender el punto de vista del otro, también se la conoce
como teoría de la mente. Nos resulta difícil desarrollar esta capacidad por lo que es
importante evaluar que el criterio ajeno puede poseer semillas de verdad. Una tercera
acepción de la empatía radicaría en responder compasivamente a los sufrimientos del
otro.
La empatía tiende a generar una relación positiva con el prójimo, está relacionada con
el altruismo, la compasión, el amor, la simpatía. La diferencia con la asertividad es que
mientras en ésta uno defiende sus propias convicciones, el individuo empático
entiende las convicciones de los demás. La empatía es fundamental en la política.
El amor maternal es el más biológico de los amores. El ser humano es el más
indefenso de los seres al nacer. Para sobrevivir necesita el cuidado de sus padres u
otros miembros de la comunidad. Necesita generar empatía para ser cuidado no solo
al nacer sino en su larga infancia donde debe desarrollar todo su potencial cognitivo.
Por eso las características propias de un niño son tan empáticas.
Si leemos en el periódico que en África doscientos veinticinco millones de personas
sufren hambre, lo tomamos como una información y no nos afecta emocionalmente,
pero si observamos una foto de un solo chico hambriento o, peor aún, si lo vemos en
persona puede afectarnos de forma considerable y motivarnos a tomar alguna acción
que disminuya su padecimiento.
La empatía tiene mucho que ver con la inteligencia emocional, que se hizo famosa
por los libros de Daniel Goleman. El desarrollo de la misma está relacionado con el
éxito que podemos tener en la vida. Cuando nos dirigimos a alguien la aprobación de
lo que decimos está vinculada con la posibilidad de lograr empatía. Tengamos en
cuenta que la mayoría de las decisiones humanas se toman por motivaciones
emocionales más que por un razonamiento frío.
La empatía es una forma de contagio emocional. Las llamadas Neuronas Espejo son
las que se activan al observar la conducta de un congénere. Estas neuronas,
descubiertas por el equipo de Giacomo Rizzolatti, están relacionadas con la empatía
pero también con la imitación. Se han estudiado especialmente en macacos. Cuando
un mono observa a otro romper un papel se activan las mismas neuronas espejo como
cuando él mismo rompe el papel. Dado la capacidad innata de los humanos a la
imitación se cree que tenemos un sistema elaborado de neuronas espejo;
relacionándose trastornos como el autismo a un deficiente funcionamiento del mismo.
Las neuronas espejo se descubrieron por la imitación de movimientos del cuerpo pero
también se puede aplicar a emociones e intenciones. Un grito de miedo activa
nuestros centros de miedo. En el espejamiento copiamos la conducta o pensamientos
del otro.
Hay una empatía primaria que se encarga de sentir al otro a partir de su lenguaje no
verbal. Está intrínsecamente involucrada en lo que llamamos intuición. “Sentimos por
las tripas”. Luego, la precisión empática hace consciente lo que sentimos en la empatía
primaria logrando evaluar lo que el otro piensa. Si se da la empatía en todas sus
dimensiones logramos una sincronización mental y emocional con el otro.
Denominamos rapport al fenómeno en el cual dos o más personas sienten esa
sintonización al relacionarse entre sí.
Si además tenemos la habilidad para influenciar en los demás, o sea, trasmitimos
nuestras emociones modificando la de otros decimos que desarrollamos carisma. Si
por el contrario, tenemos preocupación por el prójimo y ello nos impulsa a prestarle
ayuda manifestamos compasión. Esta sería una simple conexión entre quien sufre y
quien está dispuesto a ayudar.
Elegimos a nuestras amistades y parejas en base a compartir afinidades. Esta
conducta la vemos tanto en los primitivos grupos de cazadores-recolectores como en
la sociedad actual. Investigaciones han mostrado que las personas con afinidad
comparten un patrón cerebral. Comparten una forma semejante de ver el mundo.
Responden de una manera similar a un mismo estímulo.
Hay varias zonas del cerebro involucradas con la empatía:
- La Corteza Orbito Frontal (COF) se haya localizada en la base del lóbulo prefrontal, un
punto estratégico que comunica con áreas el sistema límbico como la amígdala que es
el centro emocional. También comunica con las áreas reptilianas más primitivas. La
COF filtra las emociones controlando los impulsos, dando como resultante una
expresión eficaz de los sentimientos, logrando una conducta adecuada y óptima
comunicación con los demás. Genera una coordinación rápida entre los pensamientos,
emociones y acciones. - Los circuitos prefrontales reevalúan el estímulo pudiendo apaciguar la amígdala.
Esta reevaluación intencional produce una disminución de la actividad de la amígdala
reduciendo la ansiedad. Si pensamos que la amenaza no es tan grave nos
tranquilizamos. El pensamiento positivo nos genera bienestar y quien lo ejerce
naturalmente suele vivir más tiempo. Aunque una exageración de esta disposición
tiende hacia la mediocridad y la negación, actitudes que a la larga pueden generarnos
perjuicios. Hay que buscar el punto óptimo.
- La corteza cingulada anterior (CCA) dirige nuestras atención y coordina nuestro
pensamiento. Es el centro del dolor tanto físico como emocional. Relacionada con el
sentimiento de rechazo social, está también conectada con la amígdala activándose
cuando sentimos una emoción. - La Ínsula o córtex insular, detecta el estado corporal informándonos cómo nos
sentimos. - Ganglios basales o núcleos basales, son núcleos de sustancia gris que se encuentran
en la base cerebral. Estos circuitos primitivos guardan nuestra sabiduría basada en la
experiencia que se manifiesta inconscientemente como intuición. Sentimos nuestras
tripas diciéndonos por ejemplo si una persona es confiable o amenazante. - El cerebelo, en la base del cerebro, toma la sutil información no verbal a fin de
generar pistas sociales que nos ayudan a conocer los pensamientos e intenciones del
otro.
Junto con la anatomía involucrada en la empatía también se secretan sustancias. La
oxitocina, neuropéptido secretado por la hipófisis, se libera al estar acompañado por
amistades así como cuando cuidamos a alguien. Nos produce placer y disminuye la
ansiedad siendo beneficiosa para nuestra salud. La llamada hormona del amor es
esencial para mantener relaciones afectivas a largo plazo.
El autismo es un trastorno donde se ve afectada la empatía. Se presenta en la
imposibilidad de tener una relación social adecuada. Aún se desconoce la causa de
este trastorno que se manifiesta con un alto polimorfismo, de ahí que se lo llame
trastorno del espectro autista.
Llamamos disemias a la dificultad de lograr sincronía con el prójimo. A diferencia del
autismo solo el 5% tiene un diagnóstico asociado a algún trastorno neurológico. En la
mayoría de quienes lo padecen resultaría consecuencia de no haber aprendido en la
infancia la capacidad de detectar señales no verbales. Padres disémicos crían hijos
disémicos, de ahí la importancia de tener una sana sociabilización desde una edad
temprana.
La empatía es la materia prima de la inteligencia social. No es el único factor que la
compone pero es imprescindible para poseerla. Parece mejorar a través de los años,
las experiencias, las vivencias. Está íntimamente relacionado con nuestra capacidad de
liderazgo y el éxito en nuestras vidas.
La empatía domestica, como escribió Antoine de Saint-Exupéry en El Principito, solo
se conocen bien las cosas que se domestican. La empatía genera una conexión
emocional, para El Principito su rosa era única en el mundo. “La Empatía es invisible a
los ojos”.
Referencias bibliográficas:
Goleman, Daniel (2006).Inteligencia Social: Editorial Planeta.
Goleman, Daniel (2011). El cerebro y la inteligencia emocional: Nuevos
descubrimientos: Ediciones B.