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La ciencia de la felicidad

Si preguntamos qué es lo más importante en la vida, muchos responderán “Ser feliz”. Pero si preguntamos qué es ser feliz probablemente obtengamos tantas respuestas como personas existentes. ¿De qué hablamos cuando hablamos de felicidad?

Cuando hablamos de felicidad partimos de una carencia semántica, como pasa con tantas otras palabras trascendentes. Es paradójico tener numerosas palabras para los distintos tipos de pastas y una sola para la felicidad.

El primer error es confundirla con la alegría. Esta es una emoción básica como el miedo o la ira. La felicidad no es una alegría intensa ni una acumulación de ella. De hecho, si una persona está buscando continuamente circunstancias para estar alegre podría sospecharse que no es una persona feliz.

Tampoco refiere al placer, si así fuera bastaría conectarnos a un aparato que estimulase el núcleo Accumbens, el área cerebral relacionada con el placer -las ratas que tuvieron esa posibilidad murieron tocando la palanca-, y ni siquiera tiene que ver con el alivio ante la finalización de un evento que origina displacer. Como dice el aforismo, me gusta trabajar por el placer que produce dejar de hacerlo.

Alegría temporal y bienestar duradero

Obtener aquello que tanto deseamos nos ocasiona alegría, pero al poco tiempo nos acostumbramos y ya no nos alegra en la misma medida que antes de alcanzarlo. Aunque si lo perdiéramos, nos causaría sufrimiento. Es lo que se llama adaptación anhedónica.

 Es importante poder diferenciar qué eventos nos dan alegría temporaria y cuales nos brindan un bienestar más duradero. Un ejemplo de lo primero podría ser tener un auto nuevo; de lo segundo, superar alguna enfermedad grave.

Sabemos que es difícil ser feliz si estamos sufriendo, ya sea algo físico o psicológico. Necesitamos cubrir las necesidades básicas que pide nuestro organismo. Dado que somos seres sociales dentro de esas necesidades está la de tener una armónica vida social. No es fácil definir qué es la felicidad, lo que sí podemos saber es que depende de la actividad cerebral.

Dijimos que el sufrimiento nos aleja de la felicidad, pero esa afirmación no significa que el placer necesariamente nos acerca. Está en nuestra naturaleza buscar el placer y evitar el dolor. Somos fruto de la evolución cuyo fin no es ser felices sino sobrevivir.

El placer activa un circuito de recompensa que está mediado por el neurotransmisor dopamina. Este circuito mesolímbico conecta áreas del cerebro reptiliano, como el área tegmental ventral, con áreas del sistema límbico como el núcleo accumbens.

La Gaceta – Nota completa

LA CIENCIA DE LA FELICIDAD

Deseo y sufrimiento

El placer no es felicidad sino que está orientado a garantizarnos la supervivencia, y dado que está destinado a ella tendemos a repetir lo que nos da placer. Ese es el origen de la adicción, por lo que el placer termina siendo un arma de doble filo al provocarnos el deseo de volver a experimentarlo.

Uno de los elementales principios del budismo señala que el deseo es la primordial causa del sufrimiento. El deseo aumenta la dopamina en el circuito de recompensa aunque al obtener el placer ésta baja. La dopamina media en la búsqueda del placer pero no en el placer en sí mismo. De hecho, cuando la obtención del placer es incierta como en el caso de un sorteo, la dopamina aumenta aún más.

Optimismo, amor y dolor

El deseo genera acción hacia la búsqueda de lo deseado que produce placer, sin importar si aquello que lo produce es beneficioso o no. Si lo que alcanzamos es benéfico tanto para uno como el prójimo genera un sentido. En ese caso, estamos más cerca de una experiencia que nos acerca a la felicidad.

Hay varios neurotransmisores involucrados con la felicidad. Uno de ellos, la serotonina. Se la conoce como la sustancia de la felicidad dado que nos relaja, aumenta la autoestima y el optimismo. Sabemos que bajos niveles de este neurotransmisor producen depresión y ansiedad.

Otro neurotransmisor es la oxitocina también llamada la hormona del amor. Dentro de los muchos tipos de amor esta hormona estaría relacionada con el amor maternal por lo cual su acción se asocia al parto y la lactancia. Asimismo genera confianza en el otro, produciéndose también en el orgasmo y promoviendo el enamoramiento que une a la pareja para un hipotético cuidado del hijo.

Por último tenemos la anandamina –cuyo nombre deriva del sánscrito y significa dicha, felicidad suprema–, es la hormona que actúa sobre los receptores cannabinoides tanto en el sistema nervioso central como periférico. El THC, (tetrahidrocannabinol o delta-9-tetrahidrocannabinol) es el principal psicotrópico derivado del cannabis, interviene sobre la memoria facilitando el olvido, estimula el apetito y tiene un efecto leve o moderado sobre el dolor. Está involucrada en la generación de motivación y placer.

Tanto la serotonina como la oxitocina disminuyen la ansiedad. Cuando hablamos de ansiedad nos referimos al miedo sobre un acontecimiento futuro que puede o no producirse. Cuando la reacción displacentera frente a ese hecho eventual es exagerada, sea porque no es un suceso grave o la probabilidad de su ocurrencia es muy baja, decimos que sufrimos un trastorno de ansiedad. El 20% de la población sufre de este trastorno y es uno de los principales factores que nos alejan de la felicidad.

Otro neurotransmisor que nos produce sensación placentera son las endorfinas. Estas se generan naturalmente en nuestro cerebro actuando sobre los receptores opiáceos que bloquean la sensación de dolor. El ejercicio o ciertas comidas incrementan su producción ocasionándonos bienestar. También hay drogas como la morfina que actúan sobre los receptores opiáceos disminuyendo el dolor pero generando adicción.

La Gaceta – Nota completa

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Eso que pasa mientras la buscamos

Para sortear la carencia semántica sobre la noción de felicidad vamos a diferenciar conceptos que la componen.

Bienestar subjetivo refiere a aquello que cada sujeto evalúa que le proporciona felicidad. Pero, ¿son estos factores tan distintos? Si hacemos una encuesta preguntando qué es lo que nos hace feliz seguramente recibamos múltiples respuestas, sin embargo al analizar en profundidad cada respuesta encontraremos factores comunes.

Los griegos acuñaron el término eudaimonia; Daimon refiere al demonio en la mitología griega aunque sin la connotación negativa sino refiriéndose a nuestro demonio interno, la esencia que todos llevamos dentro. Para Aristóteles en su libro Ética, Daimon era la virtud y la sabiduría práctica.

La sociedad nos fomenta a buscar la felicidad en factores externos. Nuestra vida termina siendo “lo que pasa mientras buscamos la felicidad”. Cuando conseguimos aquello que nos da placer y pensamos que la logramos nos, adaptamos a ella y el placer se diluye.

¿Será que la buscamos donde no está? La esperanza de encontrarla nos produce la placentera dopamina para seguir buscándola. Como en la leyenda de la caja de Pandora, donde los dioses para castigarnos nos enviaron todas las fuentes del sufrimiento humano, mientras la esperanza por quedar guardada en la caja sigue haciendo soportables los males.

Imperturbabilidad

Nos cuesta darnos cuenta que la clave está dentro de nosotros mismos. Ya lo creían los griegos hace 2.500 años. Lo dejaron inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos en la frase “Conócete a ti mismo”.

Los epicúreos enseñaban la búsqueda de un placer “sano” y la evitación del dolor. Si el placer desencadena mayor dolor en el futuro es conveniente evitarlo, basándose en el control de las emociones y considerando que los placeres no tienen que depender de los demás. Los principales placeres son satisfacer las pulsiones básicas, al no lograrlo terminan produciendo dolor, en ocasiones resulta fácil evitarlo. Los placeres no son todos iguales. No hay mayor placer que la imperturbabilidad.

Los estoicos propugnaban dominar las pasiones a través de la razón y las virtudes. Fomentaban la aceptación de lo que no se podía cambiar y renunciar a los placeres mundanos. Lo ideal es no necesitar nada externo ni nadie para ser feliz. Solo depende de cada uno lograr la felicidad.

Tantos los epicúreos como los estoicos relacionaban la felicidad con lo que conocían como Ataraxia. Esta es el estado de ánimo caracterizado por una total imperturbabilidad, libre de deseos, miedos y dolor.

En la alegoría del carro alado de Platón se plantea la necesidad de controlar las emociones a través de la razón. El auriga que encarna la razón controla un caballo que representa nuestras emociones positivas y a otro que representa las emociones negativas. La clave de la felicidad estaría en poder dirigir el carro (alma) con sabiduría, controlando ambos caballos para que nos dirijan a un destino transcendente.

Bases de la felicidad

La Psicología positiva tiene como fin estudiar las bases de la felicidad. Promueve emociones positivas como la alegría o el amor y capacidades como el optimismo, la creatividad, la resiliencia, la sabiduría.

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LA CIENCIA DE LA FELICIDAD

Dentro de las psicoterapias, la terapia cognitiva conductual nos enseña a mejorar nuestra conducta y pensamiento con el fin de vivir mejor. Como toda psicoterapia busca superar traumas psicológicos, una de las principales fuentes de sufrimiento.

Al liberar el componente neural subcortical del trauma modificando el circuito que le da origen se sentiría alivio y liberación conductual. Sin embargo, como un animal que es liberado de las cadenas que lo limitaron durante un tiempo no sabría cómo manejarse por lo cual sería necesario un reentrenamiento cognitivo.

Sabemos que la genética tiene una importante influencia en nuestra capacidad de ser feliz. También nuestro estilo de vida lo tiene. En la actualidad no podemos modificar la genética, aunque ya dispongamos de la tecnología para hacerlo. Sin embargo, primero habría que saber cuáles son los genes involucrados. Seguramente varios. Pero antes sería preciso definir qué es lo que nos hace felices.

Dada la importante influencia que tiene nuestra biología en nuestro bienestar nos preguntamos: ¿Podemos tener la felicidad absoluta sin modificar nuestra naturaleza humana?

© LA GACETA

Daniel Pozzi – Doctor en Neuropsiquiatría y Ciencias Biológicas. Su último libro es Humanidad 2.0.

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